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RELATO DE UN TALLER DE PERDÓN RADICAL

La experiencia vivida el pasado sábado en la celebración del Taller de Perdón Radical puede resumirse en una sola palabra: emotividad. Fue una de las vivencias más intensas y esclarecedoras que recuerdo haber compartido.  La gran humanidad manifestada por los diecisiete participantes que asistimos, junto con la generosidad de la coach Andrea Sydow que nos guió, crearon un espacio para el cobijo de las emociones. Arropados por las montañas nevadas fuimos capaces de expresarnos entre algunas risas y muchas lágrimas. ¡Uf!

El día amaneció regado de copos de nieve que iban cuajando según nos acercábamos a Mataelpino por la carretera de Navacerrada. La ilusión de comenzar el taller se impuso a la incertidumbre acerca de la evolución del temporal. ¡Jamás se me habría ocurrido conducir sin llevar cadenas hacia la Sierra de Madrid en un día como ese! La belleza del paisaje ya anunciaba la luminosidad de ese día blanco, como el color que escogí para la vela que adornaría la sala. En la cara de los participantes que comenzaban a llegar se observaba la mezcla de incertidumbre y esperanza. Algunos llegaban con sus expectativas, otros con su curiosidad, y muchos con la necesidad de dejar atrás cadenas de recuerdos dolorosos. ¡Casi nada!

Aprendí a conectar con mis emociones más escondidas, aquellas que creía olvidadas. Entendí que ser positiva no significa evitar el sufrimiento, sino transformarlo. Acepté que todas las experiencias, incluso las dolorosas confirman la perfección de la vida, de nuestra existencia y la de quienes nos acompañan para bien o para mal. Que las cosas no son blancas o negras, que son dos caras de la misma moneda, que para ser luz hay que sentir la sombra, que el amor lo es todo. ¡Guau!

Durante la pausa para comer aprovechamos para estrechar lazos y para dejar volar la imaginación montada en una bicicleta por Berlín. La tarde deshizo la nieve y nuestros nudos. La energía comenzaba a fluir. Nos dimos cuenta de cómo las personas vivimos y sentimos de forma semejante. No es que consuele compartir experiencias, es que reconforta sentirse acompañada en el dolor. La tranquilidad que te aporta comprender que lo que ocurrió es lo que tenía que ocurrir en el momento que ocurrió y con quien ocurrió, te devuelve la paz y disuelve la culpa o el resentimiento. ¡Y te permite amarte tal cual eres! Esta forma de interiorizar el perdón se vuelve un regalo para el alma que te devuelve al presente. ¡Gracias!

2 Comments

  1. Alicia Rodríguez dice:

    Siguiendo con la inspiración quiero compartir con vosotros este pequeño relato que ha sido escrito en un día de nieve, de perdón, justo al llegar a mi casa, llena de mucha paz, alegría y ganas de seguir conociendo el perdón radical dentro de mi y de los demás. Gracias a Andrea por compartir tu conocimiento, a Emma por haber organizado el taller que en mi caso ha superado las expectativas con creces y al resto de compañeros por haberos dado a conocer. Un fuerte abrazo, Alicia.
    Aquí va:

    El coaching desde el cielo

    Cuando el cielo llora blanco, la tierra se congela y parece que está en estado de coma. Pero el cielo llora gotas de perdón, de vida, que van cayendo despacito, son livianas por fuera, y saben que caen para quedarse. Poco a poco, estas gotas se van uniendo hasta transformarse en copos que cuando llegan al suelo logran construir una capa protectora que cobija a la tierra y calienta su corazón con latidos de coche de fórmula 1, en este momento, la tierra se alegra y le dan ganas de prepararse para dar los frutos de la primavera.
    Ayer, en El Bosque, el cielo lloró blanco dentro de su imponente vestido gris, lloró tanto ó mas, como nosotros, pero nuestras lágrimas no se veían, eran incoloras, tal vez porque en el fondo querían ser teñidas de algún color. –Dé cuál?-. –Qué sé yo-.
    Con mi motor en rojo, deseé que mis lágrimas algún día se volvieran blancas como el paisaje que se metió en cada uno de nuestros cuerpos sin pedir permiso, que olieran a pino, dejaran un sabor a menta en mi boca y que volaran hasta más arriba de aquellas montañas. Y también soñé, que vuestras lágrimas se teñían de blanco, olían a pino, sabían a menta y volaban.

  2. Gracias Emma, gracias Alicia, vuestros relatos son un regalo. Me tocan el corazón y el alma y sentí piel de gallina. Lo mas hermoso de los talleres que imparto son los regalos como estos. Gracias y un abrazo en bicicleta desde Berlin 🙂

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